Insolencia peregrina


Por: Estefanía Jiménez

 

Niños con sombrero de palma, cachuchas o trapos en la cabeza acompañan a sus papás en una travesía que se convertirá en una costumbre bien arraigada. Los días santos católicamente son usados para cobrar las mandas que prometieron a las diferentes vírgenes o santos, en Jalisco la virgen de Talpa es la más visitada por la ruta del peregrino.

 

La carretera libre a Vallarta se ve infestada, no solo de hombres, mujeres, niños y automóviles, las bolsas de plástico, botellas, latas, envolturas de alimentos, servilletas, papel, trapos y un sinfín de desperdicio recrean un panorama de basurero kilométrico. Es extraño que habiendo botes de basura cada tantos metros estos estén vacíos y existan montículos de casi un metro de desperdicio.

 

Atravesar este camino es agotador. Los transeúntes no tienen un respeto vial, lo único que hacen es caminar tirando desechos, sin importar que por esta vialidad también pasen camiones, carros y camionetas. Es complicado avanzar, pueden pasar  horas y no avanzar más allá de 100 kilómetros, el respeto al peatón y su seguridad es sublime, los conductores respetan el paso libre de estos, sin embargo no hay un orden para que la vialidad sea eficiente para ambos.

 

Según la biblia, Dios pide respetar al prójimo, pero ellos aunque muy devotos, no respetan al otro, ni a su naturalidad. Es una pena que se les considere, las patrullas los acogen cuando ya no pueden caminar, paran el tráfico para que sigan caminando, detienen los automóviles para que no sucedan accidentes, pero la consideración a un camino limpio es escasa. De qué sirve una peregrinación tan grande si como personas no reflejan valores, si su conciencia se limpia solo en lo religioso y no en lo humano.

 

La religión supone que la semana santa es para mejorar como persona, ratificar la fe en lo divino y encontrar lo positivo de las almas para así dejar de lado los pecados. Pero que gran error es pensar que haciendo mandas se va a fortalecer el lado humano de alguien, que pocos valores son los de quien no respeta el tiempo de otros, la diversidad, el valor personal se mide con acciones cotidianas, caminar como ciervo dos días al año para buscar indulgencia no ayuda al planeta.

 

A la 1 de la tarde es un caos ir más allá de Ameca, todo aquel que sea un fiel explorador de experiencias podría morir del asco viendo cómo se toman los lugares de descanso. En un área menor a 10 kilómetros, se pueden apreciar cantidades inconmensurables de autobuses foráneos de donde bajan incontables conjuntos de individuos, se aprecian sillas por montones, se pudiera decir que están unos sentados sobre otros y aun así no caben en la superficie. Carros detenidos en medio de gente insalubre, es el panorama que se puede apreciar por lo menos 120 kilómetros hasta donde inicia la desviación a Talpa, no hay vergüenza en los rostros que se aprecian fuera de las ventanillas. Beben cerveza y arrojan las latas a la tierra riendo, comen como desquiciados y dejan sus desechos a un lado de la silla donde tienen a tres niños encima, se detienen a media carretera a pedir un aventón sin sentir que estorban. Se debería de dar penitencia a los peregrinos por no hacer uso del basurero y no aplaudirles cuando regresan a casa.

Una peregrinación tan insolente que no teme año con año, sabe que siempre estará protegida y será bien recibida, es un enlace cultural de Jalisco, es una tradición que se respeta y se pasa de generación en generación. Deberían entonces también enseñar que los automovilistas sienten un alivio tremendo al dejar atrás Talpa, el paisaje de verdes multifacéticos regresa a la normalidad y se puede disfrutar con paz inmensa, se regresa a la tranquilidad oportuna de manejar sin sentir que en algún momento se encontrara una fila de veinte carros que tardaran 40 minutos en salir de ese lugar.

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