Por: Estefanía Jiménez
Una tierra fértil, cafetera y llena de magueyes, es hogar de familias productoras, que fiel y tradicionalmente elaboran sus productos para venderlos en la feria del Café y la Raicilla.
Empezando la mañana del viernes santo para acalorar el medio día con un buen cantarito, la plaza de San Sebastián del Oeste (Jalisco) se llena de turistas y pobladores para degustar de un buen momento. El olor amargo, negro y potente entra por los pulmones de el transeúnte que pasa sin mirar; las risas, los cantos y la música se provocan de poco a poco por el efecto dulzón, caliente y feroz de la raicilla, bebida que en escancia es equiparable al mezcal, pero menos ardiente.
El sábado es el día más concurrido, pareciera que la misa es frente al quiosco a partir de las 12:30 de la tarde y no quisiera terminar, pero se atenúa lenta y coloridamente entre 7 y 7:30 de la noche. Los jóvenes cantan, conviven como si el tiempo no pasara, caminar por las calles es tranquilo, pareciera que cualquier ser andante estuviese sobrio, no hay rastro alguno de la feria mas que en el centro, la existencia del disturbio es simplemente ajena al lugar.
Por $35 pesos un cantarito, una taza pequeña de café negro en $30, la bolsa de ese polvo aromático y excitante para llevar el día sin sueño, con un precio mínimo de $50 pesos, las mas caras no se encuentran en los puestos sino en las tiendas que evitan el salir y prefieren continuar con sus ventas normales.
La raicilla, bebida elaborada de agave silvestre, tiene un proceso similar al mezcal, se encuentra en dos presentaciones: la blanca o la amarilla que cuenta con una línea de mezcal para agregar un sabor más conocido en el paladar de todo aquel que guste de beber. Los precios también varían, esto depende de la botella. La calidad de la bebida aparentemente es la misma, solo son diferentes marcas.
Acompañada de una vista naturalmente verde, pintada por un atardecer rosa los vendedores comienzan a recoger sus pertenencias, su función termina antes de que la misa eclesiástica comience, y al ser sábado de gloria se debe un respeto luctuoso, callado, inmaculado para recibir horas más tarde las campanadas que invaden las casas de los 700 pobladores que habitan en este municipio.
Domingo de resurrección, las campanas comienzan temprano la gente esta lista para la misa , los gallos son el acompañamiento a una pronta mañana, febril donde la fiesta continua pero no amanece, avanza con el día esperando su momento de renacer. Las fondas para desayunar están listas y con gente desde las 9 de la mañana, bajo las carpas, aun no hay mesas, los puestos no juegan su función de ser escenario.
A la 1:00 pm comienzan a revivir la plaza, las personas, turistas y locatarios salen a inundar con alegría de nuevo, beben y despiden las fiestas, conviven y sonríen entre ellos, llegan a aglomerarse como si fueran cientos los que están allí en una pequeña parte de la plaza principal, serán unos 200 cuando mucho, pero parece que esta infestado y no cabe uno mas. La feria se despide con un toque de dominio colorido, con aromas y fuertes reacciones al cuerpo, despertados y embriagados.